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No suele ser sencillo el primer paso tras la separación de un viejo amor. Para algunos significa la posibilidad de volver a empezar; para otros la de continuar un mismo camino; para todos, resulta un desafío que marca un antes y un después. Tras la disolución de Soda Stereo, Gustavo Cerati se unió a un trío de DJ para buscar en la música electrónica sin ningún tipo de voces ni melodías pop su nuevo lugar en el mundo; Vicentico se apoyó en los boleros y los brass latinos hi-fi para despegarse del sonido Cadillac; y hasta Gustavo Cordera prefirió grabar un disco pop y femenino para contrarrestar su figura de monstruo bersuitero en el primer disco en soledad. Esta semana, el reinado de los solistas del rock argentino incluyó un nombre más en la lista dorada: Ciro, el ex cantante de Los Piojos que acaba de editar Espejos , el primer álbum con su firma, a poco más de un año del final de su banda de toda la vida.
"Qué placer volverte a ver, nos decimos sin hablar. Hoy todo vuelve a empezar y será lo que ya fue", canta Andrés Ciro Martínez en el tema que abre el disco, "Antes y después", y revela su propuesta de continuismo, en la que sus raíces bluseras, el gusto por los riff stoneanos, la facilidad para los estribillos pegadizos y la seguridad de una voz rica en giros y con personalidad cobran protagonismo. Nada de ruptura ni a contar desde cero otra vez. El hombre, aquí, se inclina por construir un piso más, arriba de su antiguo hogar.
En catorce temas (y un bonus track de despedida, como un calco piojoso, para levantar banderas al final de cada nuevo concierto ahora al dudoso grito de "aguante los trapos del deseo y la libertad? porque sí, porque da"), Ciro derrama sobre el oído ajeno todo su arsenal melódico, el mismo que lo llevó a instalarse entre los compositores e intérpretes más populares de los últimos quince años: canciones épicas, rapeo blusero (ese "como un esclavo, como un sastre, como un mago voy tirando de la soga para que calce la toga en vos. Con qué espejo te has cruzado, para quedar tan cegado, confundido, obnubilado, con tan pobre resplandor", del tema "Servidor", revive el espíritu del Moris de los primeros años que tantas otras veces este cantante supo realzar), swing stone ("Banda de garage"), la agradable obsesión por el cuidado de los coros, onomatopeyas de estilo ("Chucu-chu") y un par de homenajes a la cultura rockera de la que Ciro tanto mamó (melodía y verso repetido de "El fantasma de Canterville" en "Chucu-chu" y tema dedicado a la voz de Sumo, "Malambo para Luca", con guiños sonoros a "Mañana en el Abasto" y "La rubia tarada" y Diego Arnedo en bombo legüero como invitado). En ese grito en el que vuelve a confesarse deudor de Luca Prodan, como tantos otros músicos de su generación, también participó La Chilinga conducida por Daniel Buira, el percusionista que aquí sella y cierra todo un ciclo de genética piojosa.
FUENTE: lanacion.com
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