jueves, 19 de noviembre de 2009

COMO SERA EL RECITAL DE AC/DC


El pasado 26 de octubre, en Wilkes-Barre, Pennsylvania, Estados Unidos, AC /DC dio el concierto cero del Black Ice Tour. A casi diez años de Stiff Upper Lip, y cinco desde su última actuación en vivo, en 2008 AC /DC regresó, probablemente, por última vez. Allí donde dos días más tarde arrancó oficialmente la recorrida mundial, AC /DC tocó en vivo para unos pocos cientos de periodistas, ejecutivos de Sony y fans privilegiados que ganaron diversos concursos en los cuatro puntos cardinales del planeta rock.
Fue un ensayo a puertas abiertas en el que adelantaron, con detonación atómica de luces y sonido, cómo iba a ser (y es) una de las últimas giras protagonizadas por estos auténticos colosos del rock que, más temprano que tarde, empezarán a caer como T. Rex con artritis, últimos de su especie, víctimas del meteorito del tiempo.
El estadio, Wachovia Arena, con capacidad para unas 15 mil personas, no está lleno. Se trata de un show exclusivo, íntimo, como un bar gigante con capacidad ilimitada y exuberantes vasos de cerveza que se vuelcan ante cada sacudida craneal, al compás de riffs inoxidables. Eso fue lo primero que hizo todo afortunado esa noche: comprar cerveza y brindar, abrazarse a gente desconocida que viajó durantes horas, días, años para soñar con la posteridad. Después de vasos y besos, ahora sí, a saquear los puestos de merchandising en busca del objeto de deseo: remera, campera, muñequera, llavero, gorro, bandera y vincha, todo lo que diga AC /DC , fuerte y claro, si es en rojo y llameante, mejor, porque así es como se llega al infierno ese, que también está encantador, pero es más pesado.

Para el final, veintiún salvas a puro cañonazo, "For Those About to Rock", y cae el telón. Zumban los oídos. Con la sonrisa de Guasón adherida a las comisuras, intercambiamos códigos finales con japoneses, alemanes, españoles e ingleses, antes de empezar a enviar mensajes de texto y fotos vía celular a familiares y amigos. Algo de eso se verá en Buenos Aires, cuando la corriente alterna escriba otro capítulo de la Biblia rockera argentina.

Por Gustavo Olmedo

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